Me acostumbré
a ocupar toda la cama al dormir,
a no cocinar los domingos
y a volver a la hora que me da la gana.
Me acostumbré
a no dar explicaciones
y hacer lo que me gusta
sin que nadie me critique.
Me acostumbré
a comer a la media noche
y a ver mis programas favoritos,
a cantar en voz alta
y bailar por toda la casa.
Me acostumbré
a recibir llamadas a cada rato
y contestar mensajes muy tarde,
a salir con amigos
y viajar uno que otro fin de semana.
Me acostumbré
al olor del café por las mañanas
y a caminar descalza por el jardín,
a tardar cuando me toca arreglarme
y a cancelar citas a último momento
sólo porque sí.
Me acostumbré
a mi,
a mis cosas,
a mi vida,
a estar sola…
Y es simplemente maravilloso.
─Anónimo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *