Los cometas han aterrorizado durante siglos a la humanidad. De vez en cuando, y sin razón aparente, surgía uno en los cielos. Su forma era distinta a la de los demás cuerpos celestes, su contorno no era nítido y exhibía una tenue cola que parecía manar de él. Las imaginaciones más extremas veían en esa cola el cabello desordenado de una mujer abatida por el dolor (la palabra “cometa” viene del griego kometes, “cabellera”) y, según se decía, presagiaban desastres.

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